lunes, 4 de julio de 2011

Gracias Señor, por revelarte a la gente sencilla

LOS DÉBILES NOS LLEVAN LA VENTAJA*

Siempre suelen ser los fuertes los que van por delante, menos en el Evangelio. En el Evangelio son los débiles los que nos aventajan. Pocas veces los Evangelios nos dicen cómo hablaba Jesús con su Padre. Nos dicen que oraba, que hablaba, pero nunca nos suelen decir cómo lo hacía y qué le decía. Tal vez uno de esos grandes momentos fue la llamada Oración Sacerdotal en la Ultima Cena. Esta vez los Evangelios le sorprenden en su diálogo con el Padre, posiblemente se está desahogando con Él contemplando cuál es la reacción de la gente frente al anuncio del Evangelio. Los sabios se resisten, los poderosos no quieren saber nada, mientras tanto es el pueblo sencillo el que abre su corazón a sus palabras. Eso le emociona a Jesús: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.”

Es que los sabios todo lo quieren entender con la cabeza. Todo lo convierten en ideas abstractas, en principios teológicos. Sus inteligencias tropiezan contra Dios, porque Dios no cabe en ninguna inteligencia humana.

Mientras tanto, la gente sencilla entiende poco de teología y de filosofía, pero tiene un corazón siempre abierto a la experiencia. A Dios sólo podemos conocerle en la experiencia de nuestros corazones. Nunca olvidaré la historieta aquella que leí de un analfabeto que quería hablar con Dios pero no sabía leer las oraciones de los libros y no encontró mejor solución que recortar todas las letras del alfabeto, las puso delante del altar y le dijo a Dios: “Diosito, yo no sé leer pero tú sí. Y así como los hombres escriben libros con todas estas letras, y quiero que tú compongas mi oración con ellas.”

La sencillez de este analfabeto es toda una lección de cómo uno puede entrar en auténtica comunión con Dios. Una oración que nunca se escribió en los libros, pero que Dios sí escuchó en su corazón. Los grandes pensadores pueden retransmitirnos grandes ideas sobre Dios. La gente sencilla nos regala con sus experiencias, los sicólogos y los médicos y biólogos pueden describir las maravillas de una maternidad, pero el niño chiquito es el que mejor sabe lo que es una mamá porque la siente y la vive, percibe el calor de sus brazos y de amor. El niño no necesita ideas, él mismo las vive.

Hay demasiados estorbos en nuestro corazón que nos impiden ver a Dios. Hay demasiados corazones con las puertas cerradas por miedo a que entre. Hay demasiadas ideas preconcebidas que luego no encajan. Mientras que los sencillos de corazón viven con las puertas siempre abiertas y tienen siempre una silla para Él.

* http://www.iglesiaquecamina.com/1hojaparroquial.htm#uno