SEPARAR EL DERECHO A VIVIR DE LA NECESIDAD DE VENDER
Howard Richards*
Según el consenso internacional
expresado en una serie de tratados solemnemente firmados por los representantes
autorizados de casi todos los estados cada ser humano posee una serie de
derechos. Subyace todos ellos el
derecho a vivir.
Para poder vivir cada ser humano
tiene que satisfacer ciertas necesidades, como las son alimentación, agua,
vivienda, servicios de salud…
Desde los albores de la humanidad
las diversas culturas siempre han insistido de una forma u otra que el ser
humano tiene deberes para con los demás.
Algo debe hacer para servir al prójimo. [1] Lo más común es que las pautas sociales
prescriben que los seres humanos deben de una manera u otra trabajar, y que
deben desarrollar sus talentos. Pero
nada dice que el ser humano tenga un deber de vender. Es más.
No puede existir un deber de vender, porque la venta siempre supone el
acuerdo voluntario de un comprador.
Puesto que no sea lícito obligar al comprador a comprar, no puede ser lícito obligar al vendedor a
vender.
En las sociedades mercantiles [2]
como las nuestras la gente satisface sus necesidades por comprar lo que
necesita con dinero. [3] Consiguen el
dinero por vender lo que tengan para vender.
A menudo lo que tienen para vender es su fuerza de trabajo.
En nuestra jerga individualista
la sabiduría convencional reza, “Cada uno debe valer por sí mismo.” A veces matizamos, “Cada adulto sano debe
valer por sí mismo.”
Sobran razones por declarar que
semejante jerga individualista dista de la realidad. Una razón suficiente es lo siguiente. Aquí “valer” requiere “vender.” Para “valer” uno tiene que vender algo para
conseguir dinero para comprar sus necesidades sin pedir dinero a terceros. Pero
vender no es nunca algo que uno pueda hacer solo por sí mismo. Supone siempre el concurso de por lo menos
una persona más, a saber un comprador.
Supone siempre un comprador quien quiere comprar y quien tenga el dinero
suficiente para poder comprar.
Si tomamos en serio el concepto
de preferencia por la liquidez de JM Keynes [4] nos damos cuenta que vender no
puede ser un deber. Analizando una
sociedad entera como una totalidad,
sumamos todas las ventas y todas las compras. Las dos sumas tienen que ser iguales, porque
lo que es una compra del punto de vista del comprador es una venta del punto de
vista del vendedor.
Ahora bien, tanto los individuos
como las instituciones corporativas como las son por ejemplo las empresas
prefieren en alguna medida la liquidez.
En alguna medida no gastan.
Prefieren tener dinero, antes de tener las cosas que se podrían comprar
con el dinero. Puesto que no gastan, no
compran. Puesto que no compran, hay
quienes no venden.
Uno pueda contar cualquier
cantidad de anécdotas sobre el éxito económico de determinadas personas, e
incluso el éxito de algunas quienes nacieron en condiciones de pobreza. Sin embargo, sumando sobre la sociedad
entera, mientras el éxito depende de la venta, habrá una clase excluida. Será la clase de quienes no logran vender.
Keynes crítica a los “Candides”
de la economía clásica quienes suponen que toda está bien en este mejor de los
mundos posibles, siempre y cuando no hagamos nada y deja que los mercados
realicen su imaginaria obra milagrosa de identificar para cada vendedor su
comprador. Otros teorizan desde otras
disciplinas la inseguridad de la clase Lumpen (Lumpen es una palabra alemana
que nombra aquella parte del proletariado que no es siquiera una clase
trabajadora porque encuentra trabajo rara vez, en forma precaria, o
nunca.) El historiador Karl Polanyi
destacaría que los Lumpen no gozan de los beneficios de un sistema de
redistribución como fue típico de los imperios antiguos, ni tampoco de la reciprocidad entre clanes
que fue típica de las tribus antiguas. [5]
El antropólogo Marshall Sahlins contrasta la economía inclusiva de la
“edad de piedra” con la economía actual. [6]
Sin teoría alguna podemos ver
todos los días en las calles de las grandes urbes del mundo que los vendedores
se multiplican y los compradores se escasean.
Por lo menos yo lo veo y me cuesta creer que una persona pueda pasear
por muchas calles de muchas ciudades sin verlo también. A menudo se puede ver a quienes de alguna
manera u otra ya se han fugado del sistema mercantil -- mendigos, ladrones,
borrachos, drogados, y locos. Casi
siempre se puede ver vendedores todavía luchando para vivir de una forma legal
y legítima quienes se esfuercen cada vez
más para encontrar a compradores. Se
puede ver que es común que los compradores ni necesitan ni quieren lo que se
les ofrece. No es tan visible, pero
también es cierto que típicamente los compradores tienen presupuestos limitados
que no les permiten comprar aunque quieran comprar. Me refiero aquí tanto a la dificultad de
vender muchos de los bienes de lujo ofrecidos a los ricos en tiendas exclusivas
como a los esfuerzos punibles de vendedores callejeros para encontrar
compradores para sus parches curitas y su
artesanía sencilla. Sugiero que
aún sin leer a Keynes, en las experiencias ordinarias que todos tenemos se
puede ver que en este mundo hay demanda insuficiente y demasiada necesidad de
vender.
En fin, tanto de la ciencia
social como del sentido común, se saca la conclusión que no vamos a poder nunca atender a las
necesidades de todos a través de las prácticas de compra y venta. Es normal y permanente el hecho que algunos
quienes necesitan vender no encuentren a quienes tengan el deseo y el dinero
para comprar.
Por lo tanto, para hacer realidad
el derecho a vivir es necesario separar el derecho a vivir de la necesidad de
vender.
Los derechos humanos suponen e
implican el derecho a vivir. Son
universales. Cada ser humano los tiene
por el hecho de haber nacido miembro de nuestra especie. Quienes no encuentren compradores para sus
bienes y servicios también tienen derechos humanos y por eso tienen el derecho
a vivir. Hay que cumplir con
ellos. Es imposible cumplir con ellos en
forma sostenida y confiable solamente con instituciones mercantiles. Hay que cumplir con ellos a través de
instituciones no-mercantiles o no solamente mercantiles.
REFERENCIAS
[1] Con la llegada de la
agricultura y con ella de las sociedades divididas en clases los deberes de los
hombres de la clase alta llegaron a ser en gran parte más la represión de la
clase baja trabajadora que el servicio de ella. Igual la sociedad funcionaba con un sistema
de deberes.
[2] Considero que “mercantil” es una categoría
más amplia que “capitalista” y que incluye a las sociedades capitalistas como
un subconjunto de las sociedades mercantiles.
[3] Una famosa investigación de
Amartya Sen demuestra que en las grandes hambrunas del siglo veinte hubo
alimentos disponibles. Los pobres
murieron de hambre porque no tenían dinero para comprarlos. Amartya Sen, Poverty and Famines. Oxford:
Clarendon Press, 1982.
[4] Se puede decir que la
preferencia por la liquidez es el concepto central que unifica la Teoría
General de Keynes. Dicho de otra
manera, el proyecto general del libro es criticar un postulado central de la
ciencia económica clásica que se llamaba la Ley de Say. Según la Ley de Say atribuido al economista
francés Jean-Baptiste Say (1767-1832) la oferta crea su propia demanda. Por lo tanto no puede haber oferta, por
ejemplo oferta de mano de obra en el mercado laboral, sin demanda, en este mismo ejemplo patrones
dispuestos a contratar a trabajadores.
La preferencia por la liquidez nos dice que a menudo no hay demanda,
porque en vez de comprar la gente retiene su dinero. El caso de empleo pleno, y en general el caso
de un mercado en el cual cada vendedor encuentra su comprador, es un caso
especial entre muchos casos posibles –los mas de ellos siendo equilibrios de
bajo nivel en el cual terminadas las
transacciones voluntarias entre quienes quieren comprar y quienes quieren
vender, quedan trabajadores cesantes y
capacidad productiva sub-utilizada.
Keynes llama su libro Teoría General
porque su libro trata de todos los casos, y no como la teoría clásica
solamente de un caso especial determinado que es el caso de pleno empleo --caso especial que rara vez ocurre y cuando
ocurra es pasajero. John Maynard Keynes,
Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero. Buenos Aires: Eudeba, 1997. (Original ingles 1936)
[5] Ver Karl Polanyi, La Gran
Transformación. México: Fondo de Cultura
Económica, 1992; y otras obras del mismo autor.
[6] Marshall Sahlins, Economía de
la Edad de Piedra. Madrid: Akal, 1977.
NOTA DEL EDITOR
* Educador. Artículo publicado en
«Foro-Red Paulo Freire-Perú» el 25/12/2012. Consulta el 26/12/2012.