domingo, 13 de diciembre de 2015

¡FELIZ NAVIDAD! 2015

NAVIDAD 2015 - AÑO NUEVO 2016
Porque si Él vino para perdonar al hombre sus pecados, reconozca el hombre su condición
humana y Dios haga su misericordia (San Agustín, Sobre el Evang. de San Juan 14,5).








      

Mis queridos y siempre recordados amigos:
         
             Acabamos de comenzar el Año de la Misericordia. Es una gran oportunidad para renovar nuestra fe y, sobre todo, la confianza en un Padre que nunca defrauda. Nos dio un intercesor: Cristo. Ese Dios, hecho niño, como uno de nosotros. Jesús nació en la más estricta pobreza y, humanamente hablando, casi en el anonimato. Solo José y María le acompañaban en aquella aparente soledad. Dos seres humanos, sencillos, llenos de amor y muy fieles a cuanto Dios les iba proponiendo. No hubo lugar para ellos ni en una posada. ¿Qué pensarían los posaderos al verles tan humildes, tan callados ante la adver­sidad?

          ¡Qué contrastes con el mundo en que vivimos! ¿Por qué -diríamos nosotros- no les dieron acogida, si José era de la Casa de David y tenía derecho a su aposento? Hoy que hablamos tanto de derechos y poco de deberes, nos suena esto a atropello humano. Pero el pensamiento de Dios no es precisamente el del mundo de hoy, porque es eterno. La humildad de Jesús ¡cómo contrasta con esta nuestra humanidad egoísta y materia­lista!

          Se nos presenta una nueva celebración de nuestra -mía propia, de cada uno- y vamos a renovar nuestra fe y nuestra esperanza en Alguien que viene a enseñarnos cómo vivir en medio de una sociedad cada día más paganizada. Lo nuestro es ser conse­cuentes con nuestros principios cristianos. Nadie nos puede arrebatar esa fe en quien nos vino a enseñar con su vida lo que es ser uno mismo. Él será el camino, la verdad y la vida, pero diáfanamente. Mostrándose, en apariencia, como el ser humano más enrai­zado en su medio. Sin hacer alarde de nada, se gana a todo el que quiere ser realista como Él.

          ¡Qué bueno es recordar aquel pensamiento de Jesús: El que quiera seguirme, que tome su cruz de cada día y... me siga! Esto significa que Él va delante, sin desenten­derse del que viene al lado, detrás o... retrasado. A todos nos observa y nos anima para que no nos rezaguemos. Sus pasos son firmes y podemos ir pisando sus huellas. Se podría decir: como cualquier caminante de a pie, es decir, de quien lucha cada día por subsistir.

          Que estas fechas memorables nos animen a seguir reforzándonos en nuestros idea­les y que el Divino Niño nos depare un Nuevo Año con nuevas luces que venzan to­das las sombras u oscuridades de nuestra vida.

          Vuestro incondicional amigo. ¡Siempre unidos en la oración!

P. Cesáreo Fernández de las Cuevas  O.S.A.

¡FELIZ NAVIDAD! ¡UN NUEVO AÑO ILUSIONANTE!

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