“En la caridad el pobre es rico, sin caridad todo rico es pobre.”
PUNTO DE VISTA
Este proverbio nos invita a reflexionar sobre la caridad en la riqueza y en la pobreza como suma de capacidades individuales vinculadas con el amor, la misericordia y el perdón de Dios.
Cuando Cristo llama bienaventurados -muy felices- a los pobres en el espíritu, no se refería obviamente a los de mezquino corazón, sino a aquellos que reconocen su relación con Dios, conscientes de su incapacidad de controlar el destino final de sus vidas, de no poder ofrecer nada a Dios de tal valor que los haga merecedores de amor, misericordia y perdón.
Bienaventurado es aquel que con plena humildad pide restablecer la relación con Dios, entendiendo que ello sólo es posible creyendo en Cristo, su obra y la suficiencia de la misma. “Por gracia sois salvos por medio de la fe y esto es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
La pandemia que vivimos es una prueba a nuestra fé y un desafío a sumar capacidades en la caridad y en la generosidad de recursos propios -individuales y colectivos-, para superar esta crisis global.
Un pueblo sin caridad, no es un pueblo solidario; así como, un pueblo sin amor, no es un pueblo generoso.
En actitud decidida de pueblo solidario y generoso, comprometido en colaborar con el plan de Dios, unamos esfuerzos y sumemos recursos individuales para hacer visible la presencia del Señor.
¡Señor, aumenta nuestro amor y generosidad!
¡No permitas jamás que nos separemos de ti!
¡Qué nuestros pueblos se fortalezcan en el amor y en la caridad!
Viernes, 31 de julio de 2020
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