domingo, 2 de noviembre de 2008

Pensamiento Agustiniano

Fundamentos Esenciales[1]

Fe y Razón

Fe y razón son facultades complementarias y conceptos en íntima relación. Ambos conceptos expresan la misma voluntad de buscar y comprender la verdad cristiana, que explica la existencia de Dios, de la vida y del universo.
Así, la fe que pretende conocer la verdad absoluta porque intuye la verdad de Dios, orienta la razón e ilumina su búsqueda. A su vez la razón humana esclarece el significado de las verdades reveladas en la fe.
Esta unión de fe y razón, se justifica en atención a tres consideraciones:
1. Verdad única, porque ambos caminos son convergentes, toda vez que la fe no impone una verdad a la razón tan sólo la anticipa para su conocimiento;
2. Razonabilidad cristiana, manifestada en la compatibilidad entre los conceptos de la tradición filosófica y las afirmaciones de la nueva fe, y
3. Pensamiento cristiano, regulado por el principio de que todo entendimiento es el conocimiento de la verdad revelada en la fe.
La verdad contenida en la fe y aclarada por la razón se ubica en el interior del hombre, así su desarrollo intelectual es el conocimiento que lo conduce a la trascendencia.

Libertad y Responsabilidad

Bien y mal son posibilidades mismas de la libertad. Así, aun conociendo lo que debe ser por bueno según la verdad revelada en la fe, el hombre puede elegir lo que está mal alejándose de Dios.
Ambas opciones son posibles porque en eso consiste ser libres, y ello predetermina el orden del mundo bajo la responsabilidad ética y social de los actos humanos, y no sólo de la necesidad del deber ser que dicta la verdad revelada en la fe y que la razón de la sabiduría humana reconoce y respeta.
La irresponsabilidad de cualquier acto humano es reprochable y repugna a la fe y a la razón.

Fe y Poder

La verdad revelada en la fe ubica a Dios no tanto en relación al poder público cuanto a la vida de los seres humanos y de los pueblos.
El pensamiento agustiniano reconoce una relación de tensión entre el poder público del Estado como ciudad terrenal -de quienes se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios-, y la Iglesia como ciudad de Dios -de quienes aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos-.
Así, la Iglesia debe conformar la estructura ética y social del Estado, y el Estado como tal no debe ser instrumento político o del poder público de Dios.

Sumilla

La verdad en la fe y la razón del conocimiento trascendente son antídotos efectivos a la irresponsabilidad de los actos políticos o del ejercicio del poder público por el ser humano.

[1] Ref.: La Enciclopedia. Salvat Editores S.A. Madrid, España, 2004, pp.229-230.

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