viernes, 27 de marzo de 2009

Libertad responsable: consecuencias

PUNTO DE VISTA
Cólera populista
Por Diego García Sayán*

“Cólera populista” (“populist anger”) es como el New York Times califica la airada reacción de la sociedad estadounidense frente la escandalosa asignación de 165 millones de dólares a los directivos de la gigante AIG. Diariamente aparecen en Estados Unidos distintas manifestaciones de esta “cólera”; contra los bancos, otras entidades financieras, Wall Street y hasta contra las compañías que emiten tarjetas de crédito, tan cruciales en la vida diaria de las familias norteamericanas habituadas a gastar más que a ahorrar.
Todo esto se va reflejando cada vez más en el terreno político con el colapso de varios tótems del sistema. Los cuestionamientos radicales a las –hasta hace poco sacrosantas corporaciones financieras, las acusaciones contra políticos y los contenidos de los medios de comunicación, presentan un panorama impensable en los Estados Unidos hasta hace seis meses. A un punto en el que muchas de las cosas que hoy ocurren en Washington parecerían sacadas del curso usual de la azarosa política latinoamericana.
Primero, diversos actores políticos buscan parecer –y comportarse “enérgicos” frente a las grandes corporaciones en diaria emulación por ver quién es más duro con bancos y banqueros. Nada que ver con el discurso de Reagan o Bush de llenar de beneficios tributarios al gran capital y de asignarle el papel medular en el bienestar ciudadano. Hoy AIG es la “bestia negra” –que simboliza a otras corporaciones y sus directivos son presentados como sinvergüenzas (percepción que, por lo demás, coincide con la realidad). La “cólera populista” es recogida y retroalimentada por los políticos que han llegado, incluso, a aprobar en la Cámara de Representantes un impuesto retroactivo y confiscatorio (90%) a los bonos recibidos por mandamases de empresas auxiliadas por el gobierno.
Segundo, el enardecimiento de los debates y las cotidianas acusaciones contra políticos y financistas a los que se sindica como responsables de la crisis o como aprovechadores de la ayuda gubernamental. El lenguaje y estilo de nuestros más encendidos congresistas nacionales buscando cámara en las escalinatas de la Plaza de la Inquisición empalidece al lado de lo que se dice estos días. Por ejemplo, contra el hasta entonces respetado Senador Demócrata Christopher Dodd, acusado de ser el responsable de meter en la ley el artículo que permitió el pago de los bonos a directivos de AIG (conocida por haber financiado las campañas del propio Dodd). Al lado de eso, Petrotech y los “faenones” son un Chancay de a medio. Las sanciones que urbi et orbi se pide contra los Madoff, Stanford y otros, incluyen la cárcel y mucho más. Semejanza con las propuestas que algunos hacen en nuestro medio, por ejemplo, de declarar imprescriptibles los delitos de corrupción en la búsqueda de componer música para los oídos de los electores.
Tercero, el espacio central que pasa a ocupar lo público y la acción del Estado como respuesta a las angustias y necesidades ciudadanas. Hablar de nacionalizaciones, masivas inversiones públicas y poderosas entidades de regulación, es pan de cada día habiendo dejado de ser la diabólica herejía que era hasta setiembre del año pasado. Finalmente, los medios de comunicación que buscan sintonizar con las preocupaciones y angustias de la gente (es decir de los “clientes” de los medios). Que, sin “querer queriendo”, echan más leña al fuego de la “cólera populista”.
¿Qué irá emergiendo de todo este remezón en los Estados Unidos? La revaloración de lo público, el reforzamiento del Estado en su capacidad regulatoria del sector financiero, el aumento de la inversión pública y el mejoramiento de la cobertura y calidad de la salud y la educación es el resultado deseable. Se requiere para ello, sin embargo, un liderazgo claro y una estrategia de largo plazo muy coherente, lo que le presenta a Obama su más grande reto.
* Abogado. Artículo publicado en La República, Perú, Vie, 27/03/2009

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